Estos días me encuentro leyendo nuevamente ¨Abundance¨, el genial libro sobre aprovechamiento de los recursos con innovación de Peter Diamandis y Steven Kotler. No podía dejar de citar, a mi parecer, una de las partes más notables de la obra en donde habla acerca de la lección del aluminio, el metal más abundante en la superficie de la tierra, aunque como elemento químico viene tercero en profusión, después del oxigeno y del silicio.
En esta parte, los autores escriben acerca de como en el año 23 A.C. el emperador romano Tiberio recibe la visita de un orfebre que le presenta un inusual plato metálico, muy brillante y ligero, casi como la plata. Tiberio, no solamente como gran guerrero sino como experto financista cuya riqueza se basaba en la posesión de metales preciosos, sabía del riesgo que representaba el que la gente tenga acceso a un nuevo metal brillante, incluso más raro que el oro. Por ende, en vez de otorgar al orfebre la atención y consideración correspondientes, lo mando decapitar.
Este brillante metal era el aluminio y dicha necia acción del emperador romano, marcó su desaparición hasta principios de el siglo XIV donde era aún incluso lo suficientemente raro como para ser considerado el metal más valioso del mundo. Debido a la alta afinidad del aluminio con el oxigeno, éste nunca aparece en la naturaleza como un metal puro sino que se encuentra fuertemente asociado a óxidos y silicatos en un material parecido a la arcilla llamado bauxita.
Dado que la bauxita está compuesta por 52% de aluminio, separarla del metal era una tarea compleja; sin embargo, entre los años de 1825 y 1845 donde Hans Christian Oersted y Frederick Wohler a través del calentamiento de diversas sustancias químicas, que daba como resultado un residuo de aluminio puro, llegaron a dar con el primer proceso comercial de extracción de aluminio, cuyo precio se redujo en 90% y que incluso así era costoso y relativamente escaso.
No fue sino hasta 1886, donde a través de un proceso denominado electrólisis, descubierto en simultáneo por el químico estadounidense Charles Martin Hall y por el francés Paul Heroult, que todo cambió para siempre. Este proceso, que hacía uso de la electricidad para separar la bauxita del aluminio, permitió que todos en el planeta tengamos acceso a ridículas cantidades de brillante y maleable aluminio a un bajo precio.
El punto de esta tediosa historia, es que la escasez es contextual. A través de la historia, hemos conocido relatos de recursos que alguna vez fueron escasos y hoy son abundantes debido a la innovación, por ejemplo: los equipos celulares. Si imaginamos que tenemos un árbol gigante lleno de frutas y, por mis propios medios, solamente alcanzo a las ramas más bajas, desde mi perspectiva limitada, las frutas son escasas; sin embargo si alguien inventara una escalera, usando este invento, tendría ahora acceso a todas las frutas del árbol y de pronto estaría en un contexto de abundancia, por tal razón la escasez es, principalmente, contextual casi siempre.
En tal sentido, la innovación es el motor de progreso que no solamente ha cambiado el rumbo de la humanidad sino que, si es correctamente aplicada, también puede mejorar de manera sustancial nuestras actividades empresariales y, por ende, nuestras vidas. No caigamos en el letargo de lo repetitivo y lo conformista, apliquemos la innovación.