Este es el nombre de una de las primeras charlas que, hace unos años, vi de TED, el espléndido sitio que nos permite acceder de manera gratuita a un vasto mundo de conocimiento, donde los mejores y más renombrados profesionales y expertos a nivel mundial nos transmiten, a través de presentaciones, su valiosa experiencia en diversos campos.
La presentación de la cual hablo, fue grabada en febrero de 2006. No existía aún el iPhone de Apple, pero sí, el iPod y la Macbook, Windows Vista de Microsoft estaba a punto de salir y aún usábamos Windows XP, las netbooks recién se posicionaban en el mercado, Blackberry era el líder en el mercado de los smartphones con un Samsung todavía por despegar, Facebook aún no era público y Twitter no existía tampoco. En dicho escenario, muy distinto al actual, David Pogue, el genial y sarcástico columnista de tecnología del New York Times, además de competente músico graduado de Yale, pone en el tapete, de manera muy acertada, varias referencias reales acerca de la innecesaria complejidad que conlleva el uso de un software para el común de los usuarios y de cómo las empresas de tecnología, de manera poco adecuada, manejan el ciclo de vida de un software.
Basándome en mi experiencia personal, y dejando de lado el humor y carisma del orador, esta presentación me tocó profundamente hasta dejarme en shock, pues la conclusión a la que aterricé después de analizar una y otra vez el video fue: “Oh Dios, él tiene razón”. No podía quedarme callado después de terminar de verlo. El haber trabajado muchos años en un área de T.I. y no entender cómo los usuarios nos consideraban algo cercano a deidades por tener la ¿extraordinaria? habilidad de manejar un software, hace que caiga en la cuenta de que el problema no era el usuario del software, sino el software.
- El síndrome de la Ira del Software:
Léase como la frustración que sienten los usuarios al ver que la tecnología avanza más rápido de lo que ellos pueden sobrellevar. Puede que la tecnología sea buena pero los usuarios sienten que no hay el suficiente interés en hacer la tecnología placentera y fácil de usar. Facilidad que encontró al comunicarse con el servicio técnico de Dell, lo que derivó en frustración de su parte al no conseguir solución. Dicha frustración fue compartida por mensajes de cientos de usuarios al publicar la experiencia en su columna. Tal ira no siempre es expresada y se convierte en resignación muchas veces.
- Más grande no siempre es mejor
DOS, aquel legendario sistema operativo que llevó a Microsoft a dominar el mercado mundial del software para las IBM PCs, a pesar de no contar con una interfaz gráfica y de ser manejado desde una consola donde se digitaban obscuros comandos de texto, era simple. Simple y pequeño. Tanto que podía entrar en 211 Kb, equivalente hoy en día al tamaño de una foto en baja calidad. Genial comparación aquella, al indicar que, en la actualidad, ni el logo del sistema operativo de Apple ocupa tan poco como 211 Kb.
- La paradoja de la actualización de software
Categórica afirmación: si tratas de optimizar un software suficientes veces agregando características innecesarias, finalmente lo arruinas. Una compañía de software obtiene la tercera parte de sus ingresos a partir de las actualizaciones del software que los usuarios adquieren, razón por la cual es comparable a un club. Bajo esta premisa, en cada versión el producto debe presentar nuevas características. No importa cuáles, pero las debe tener para justificar el desembolso de dinero. No importa si el usuario no las necesita, pero podría, algún lejano día, interesarse en usarlas aunque no representen real utilidad.
- El principio de la camioneta deportiva
A la gente le gusta rodearse de cosas que no necesita. Así de claro. Y prueba de ello es la experiencia que Microsoft tuvo con su producto Write, predecesor a WordPad, un producto un poco más avanzado que Notepad y que fue un fracaso de ventas pues hacía algo muy simple: ser un procesador de texto básico. Los usuarios, al parecer, deseaban algo más avanzado y con más poder y optaron Word, con todas sus características innecesarias. Mención especial merece la imagen donde se aprecian todos los menús de Word desplegados. Una imagen vale más que mil palabras. Como indica David: parte del arte de diseñar una interfaz simple y buena es saber cuándo usar qué características y cuándo dejar fuera otras. Es notable sobremanera el ejemplo que cita acerca de su experiencia con el software de grabación de voz que que suele utilizar y cuyos creadores optaron por hacer algo que nunca antes sucedió con otras empresas de software: en la siguiente versión de dicho producto, no incluyeron nuevas características, simplemente hicieron funcionar el software bien y de una manera ridículamente acertada. Se centraron en hacer que el 95% de exactitud que ya tenía mejorara en lugar de agregar características innecesarias.
- Cuenta los toques
En la otrora exitosa Palm, fabricante de PDA y agendas en la década pasada, se solía manejar el culto a la simplicidad. En alguna ocasión, uno de los empleados de esta empresa, al ser preguntado por su puesto, respondió: “soy el contador de toques”. Ante la admiración por la respuesta, el empleado indicó: “Jeff Hawkins, el CEO de la empresa, dice que si una tarea toma más de tres toques para ser realizada, entonces debe ser corregida y rediseñada, por eso yo soy quien cuenta los toques”. En esta parte, la comparación de la simplicidad con la que Apple aborda el diseño y la usabilidad, a diferencia de Microsoft, se ve resumida en la frase: “¿por qué diablos alguien apagaría una computadora desde un botón que dice Inicio?”, refiriéndose claramente a la interfaz de usuario de Windows.
- La simplicidad vende
Quizás el ejemplo más significativo de la presentación: era finales de la década del 90 y Steve Jobs había regresado a Apple, la empresa que fundó. Apple tenía menos de 3% de participación de mercado, mientras que Microsoft, casi 95%, sin embargo Steve Jobs, creía en la simplicidad, elegancia y belleza, a pesar de que en ese momento la gente simplemente no valoraba esas características. El iPod al ingresar al mercado, el 2001, violó todos los principios del sentido común, no tenía grabador de voz ni transmisor FM, tampoco botones y era más caro que los productos existentes, pero finalmente el iPod ganó y no solamente alcanzó el liderazgo sino que marcó la tendencia del mercado, así como lo han hecho tanto el iPhone como el iPad.
Crear software, a mi parecer y tal cómo muchas otras disciplinas, es un arte y el arte de crear un buen software, y finalmente el éxito de éste, depende mucho de la simplicidad con la que quienes lo usan puedan lograr su objetivo, sencillamente porque la simplicidad vende. Les dejo el video en YouTube de la presentación y si desean ver la transcripción en español en la página de TED, lo pueden ver aquí.